Wednesday, December 27, 2006

ULTIMOS SIGNOS



ULTIMOS SIGNOS


“Acaso habría valido la pena
haber estrujado el universo
hasta hacer una bola
para hecharla a rodar hacia una pregunta
abrumadora
Para decir:
“soy Lázaro, resucitado entre los
muertos,
vuelto para deciroslo todo, todo os lo diré”
T.S Eliot
( Canto de amor de J, Alfred Prufrock)



1

Recuerdas...
Escribíamos como por arte mayor
no nos hacían falta los cuchillos
porque el filo de nuestros poemas
era suficiente para romper los cuellos
de nuestros enemigos.
Éramos
fogatas inmensas resplandeciendo en la noche,......
a veces
nos azotaban helados vientos
que nos descubrían el pecho
y hacían pensar en armaduras.
La calidez de las bufandas estaba lejos.
Gladiadores jóvenes éramos
en nuestras manos
instrumentos de fuerza florecieron.

2
Tal vez porque leíamos los diarios de aquellos días
y nos parecían pozos negros, mudas elegías,
obscuras liturgias en papel ensangrentado.
Acudíamos a los ríos de aquellos veranos,
soportando el sol sobre la nuca,
y aquellos cadáveres que bajaban desbordados
e hinchados de un agua dolorosa
no tenían culpa alguna, no eran dueños de una historia.
Ya no nos horrorizaban; apenas llamaban nuestra atención de jóvenes incrédulos y a veces nos parecían estrellas torturadas de un cielo que amenazaba caer sobre nosotros.
Ya no íbamos a pescar
los plateados símbolos del mal
en aquellas riberas de la muerte,
nos habíamos refugiado en el olvido de las ciudades.
Ya no acudíamos a aquellas bibliotecas atestadas por la sabiduría de los siglos y los sueños de aquellos próceres que lucharon en este trópico delirante. Extranjeros que murieron levantando un brazo mutilado, nativos líderes acosados por las fiebres del desencanto y los abrazos de sus Amantis religiosas.
Ya no asistíamos a aquellos recintos de lectura con grandes ventanales por donde entraban haces de luz, fotones que iluminaban delicadamente las piernas y los senos de aquellas muchachas de colegios y universidades oficiales,….
Jabón de olor, humedad de la tarde;
y nosotros en medio de estas sirenas de cantos estivales,
y los clásicos griegos...
El suicida Hemingway, o el atormentado Dostoievsky...

3

La muerte
se sentaba a comer junto a nosotros
una estridencia eléctrica de radio
un resplandor enfermo de televisión.
Era una comensal familiar, inoportuna y sudorosa
traía esa fatiga de los campos
ese sudor de trabajadora incansable
en la cosecha de cabezas y manos
y hombres niños...
y mujeres aves...
Comía callada con imperceptible dignidad
a pesar de estar ganando las batallas
nunca se jactaba de ello,......
tomaba su cotidiano y amargo vino
y salía casi limpia
nunca dejo manchas de ira
de vez en cuando
recibía una bofetada en su rostro de cal dura,
la despedíamos con imprecaciones inútiles,
aves que se internan en un bosque en llamas.
A ella
nunca le importaron
todas esas maldiciones milenarias.
sabía cual era su misión
y no se preocupaba de más cosas,
estaba tan cansada como el hombre.
La acepté después, aunque nunca anidó en mi corazón.

No éramos ya los muchachos
de la fogata de la luna llena
y la bicicleta del verano.
El amor no acudía a nuestros labios.
Entonces huíamos atropelladamente contra la historia
buscando la risa rota de nuestra juventud.
Envejecíamos
como un payaso frente a la húmeda luz reflejada en el espejo de su habitación, esperando salir de nuevo con la comparsa, a bailar bajo la noche quebrada.

No valía la pena comprender,
ya no empuñaríamos los gastados conceptos
de aquellas sociales utopías,
dudábamos de la fuerza de nuestra fe colectiva
de nuestro pasado lleno de sanguinarios espantos.
Entonces salíamos vestidos de negro
a la mar de sangre
con ganas de arponear ballenas violetas en las plazas públicas,
incendiar castillos
y acabar con los discursos de este fin de siglo
del que nos llamamos hijos.

**********
En los muros
de las grandes galerías colgaban cuadros:
cabarets, en donde danzaban las flores del fango; billares de maleantes trasnochados; montañas pletóricas de árboles y casas; manchas de gorilas imposibles; aves terroríficas danzando sobre un cielo rojo; obispos cebados y generales podridos durmiendo el sueño de la muerte en las callejas de los pueblos. Instalaciones de café, panela o ladrillo.
A los críticos les iba bien,
a los artistas les iba mal.

Mientras que en los muros de los frenocomios
los orates manchaban con sus excrementos y
pastillas de prescripción médica
logrando texturas luminosas sobre los laberintos de sus huesos.
(Un hombre se asoma a la ventana,
en sus ojos un paisaje de barrotes fríos.
en su boca el vacío de una cueva.)

En las florentinas casas poéticas
aparecieron doncellas vestidas de negro que escribían haikús rosados
como: “loto... invitación a un beso de agua”
se aplaudían premiados versos
de enamorados romances para la amnesia,
(para los ojos los tonos de colores frescos
los que no hieren y embellecen el paisaje.)
Pero, después de estas luces y estas voces
estaban las tabernas miserables en donde un hombre
puede llegar a cometer crímenes o volverse loco
como diría ese pintor del rostro tallado
en colores vibrátiles y dura mirada,
y las luces de las barriadas en donde los jóvenes entendían
con las notas del metal
y el compás de los tambores urbanos
que invitaban a la continuación
de la poética de la vida
danza guerrera de palabras cortadas
bajo la luna metropolitana
al fin y al cabo en sus corazones,
esta semilla del fuego
apenas comenzaba a germinar.

Eran los últimos signos
manifestándose a nuestro alrededor;
símbolos herméticos
de criaturas convocadas a la escena,
fantasmas poco definidos
leyendas de antigua mitología que hoy se manifestaba
en la masacre cotidiana
reseñada en los periódicos capitales...

Unas obscuras noches
jugueteando entre la bruma de los astros
nuestras manos habrían deseado fugarse
y provocar heridas
degollar blancos corderos
y brindar nuestros cuellos gustosos a la horca,
indignados patear al mundo
y arrojar por el suelo todos los banquetes.
Si hubiésemos sido
por un momento de estos
dioses, semidioses
o sus hijos bastardos
cruce de esperma olímpico y bestia antigua,
Habríamos cometido todos los crímenes,
todas las violaciones,
desatado todas las pestes
y ante toda esa destrucción
no habríamos sentido piedad
ni por todo lo perdido
nostalgia.

4

Recuerdas...
como de niño
te filtrabas en la sombra misteriosa
de los árboles en el bosque junto al río,
para sentir el ave que allí aleteaba
en su mundo silencioso;
Y reías cuando te acariciaban las afiladas hojas
con los aromas de la naturaleza.
Recuerdas...
cuando subíamos a la laguna
buscando el nacimiento del agua
y mirábamos el blanco volcán
mientras sentíamos que éramos parte de toda esta maravilla.

¡Joven, que no muera tu asombro!

Si un joven
no mirase las estrellas y anhelara unirse a su brillo
todo estaría perdido.

¡ Joven que no muera tu luz!

Del libro:
"SOBRE EL JARDIN DE LAS DELICIAS
Y OTROS TEXTOS TERRENALES"

NUEVOS TEXTOS VIEJOS LIBROS






NOS ESTÁN ENVENENANDO.

Gregorio se quedó mirando el plato y dijo:
“Nos están envenenando...”
Yo le metí el diente al filete y luego a la rodaja de tomate
y me supo a gloria.
Bueno el hambre apretaba y no había por que rechistar.
Pero Gregorio decía:
–“Mire,... tomates con DDT y pescado con mercurio.
Ya sabes ellos almacenan más el mercurio,... ¿en dónde?
En sus panzas por supuesto.
Pescados de cuatro cabezas.
Tienen patas como hidras, pescados envenenados, densos en metales pesados, y claro luego las gaviotas, sin contar el petróleo, ya son miles las toneladas de petróleo lanzadas al mar, y por eso mueren los peces envenenados...” – Entonces vi al delfín negro envenenado,
ya no podría saltar ni ejercer sus piruetas del mar con la gracia de un bailarin de ola salada. Y me dio pesar.
Volví a hincarle el diente a la lechuga,
Pensé: ¿Estará bien lavada
o tendrá gusanitos bailando una danza bermi-fuga?,
Gregorio arrojó restos de su filete a un perro
(que hacia tiempo merodeaba con su esqueleto cubierto por una piel sarnosa y amarilla, y que trataba de tomar una bocanada de aire contra la tarde parda y cenagosa).
Luego, mascó el tomate sin la cáscara, de mala gana.
Chorreó la salsa por su gaznate.
Pidió a la camarera una cebolla y un puerro, una calabaza y una zanahoria.
–“Mira cómo la cebolla se protege, con miles de hojitas, de capas –me dice– láminas delgadas, poderosas y elásticas. Transparentes como un libro de dureza vegetal...”–Por un momento creí ver la emanación de un pequeño Dios reducido a esa monada tuberosa y vegetal, pero el aliento de ajos de mi amigo fantasma Gregorio rompió el encanto.
–Sí– le digo yo, casi terminando,
Casi atragantado, casi rompiendo el plato de plástico.
Miró de repente Gregorio el plato de plástico. Dijo:
–“Veneno,... o cerámica o nada,
y eso sí, sin esmaltes plúmbeos” –. Por la ventana del humilde restaurante la tarde amenazaba una tormenta.
Dos mendigos miraban a través de una ventana sucia,
con moscas Bogotanas.
De sobremesa café negro, y cigarrillo con menta.




VISITA DEL VIERNES

Yo me quedé así recostado dejando que el tinto resbalara garganta abajo, buscando el estómago frío. Claro, no lo niego, también eran ganas de radio bemba, del chisme, del correveidile, de saber adónde se había ido la muchacha de la falda de flores, la muy espigada y siempre en flor, cosechera de la primavera.

La madre se quedó mirando la ventana como sin un barco lejano alzara el vuelo sobre nubes de cerúleos óleos espesos.
Un lienzo embadurnado por un dios goyesco en la quinta del sordo estelar.
–Sí, cómo saberlo...,
Mando una postal desde Londres...–
–Me dijo al fin–. Era una postal bonita con esas casas antiguas de torres de piedra... ¿Cómo es que se llaman?. ¿Castles?
– si, Castillos– le dijo el,
Mejor dicho le dije yo, ...
y se quedó mirando el humo del cigarro que se iba hacia una tarde, en donde la lluvia parecía entrar con música de invierno.
–No sé, a lo mejor si era un castillo –. Le respondió la mujer, que siguió con su café sin dejar de mirar por la ventana– Me decía en sus cartas, que había fantasmas y vajillas de platas que se movían en la noche con sus reflejos de lunas quebradas.
Y luego desde Italia. Ud. debe saber joven que ella era una mujer que no le gustaba quedarse quieta en un solo sitio, además su belleza se lo impedía, ¿cómo se iba a quedar una mujer tan bella ella, pelando papas y friendo filetes de cordero para un tendero?... Así fuese un granjero, ella no estaba para esas cosas. Ud. sabe cuando se tienen sueños y cosas así,...¿cómo decirle,..cómo decirlo...?
Había una ciudad sobre un río o sobre el mar... tal vez un lago
-¿Venecia?
–Sí Venecia...¿Cómo lo sabe?, ¿ella también le escribió?.
–No señora, nunca... Pero esas cosas están en los libros de geografía, usted sabe señora. No es que haya leído mucho, pero a veces, la curiosidad...
–Ah, sí, y luego desde un país del que sí recuerdo el nombre,
Grecia...Yo de niña siempre soñé con ir a Grecia...No sé ni dónde queda pero me la imagino,
bueno ella...
Lucia pálida y delgada pero parecía feliz, me mandó unas fotos desde una playa rocosa con un mar de azul intenso,...
No, mares por aquí no se ven así de azules, como de película.
(y me pasó una foto en donde ella lucía como una sirena del Egeo, tal vez más delgada y pálida, pero a mí me parecía una sirena del Egeo, con sus cabellos largos y negros y sus piernas afiladas y bruñidas sobre una roca blanca. Y pensar que de niños comíamos tamarindos, mangos, chontaduros...)
–Después desde Egipto.
continuó su madre sin dejar de mirar por la ventana.
–¿Quiere más café joven?
–No señora muchas gracias.
–Estaba con un hombre gordo de mostachos y ella ya estaba muy cambiada; mírela. (Me pasó una fotografía, en donde se veía robusta y claro, mucho más morena.)
Pero ahora...–continuó la madre– no sé,... hace dos años y ya no envía nada, ni una carta,
ni una llamada, ni siquiera una postal con las pirámides de Memón.
–¿De Keops tal vez señora?.
–Eso, de Keops.
Luego la señora se quedó callada por varios minutos, como tejiendo una frase que nunca llegaba a engarzar en las agujas del tiempo. –¿Y usted?– Me preguntó por fin.
–Ahí en la fabrica usted sabe señora, casi diez años y bueno.... Uno va envejeciendo como un animal de factoría, señora. Es un buen puesto, no me puedo quejar... A estas alturas ya casi ni recuerdo.
–Es mejor –me dijo–, es mucho mejor que olvide joven–.
–Sí señora, es mucho mejor... Sí señora –. Le respondí.

Y seguí mirando la fotografía de la sirena sobre la roca del mar Egeo. Parecía que sus cabellos ondearan por la brisa...
Al final creo que me sonreía.



LOS OFICIOS DEL POETA



–“Los poetas deberían casarse con mujeres delicadas para los menesteres olímpicos del lecho
fuertes y sabias en los oficios culinarios”–,
dijo un bardo cuyo nombre no recuerdo
y es verdad, porque los poetas hechos de pintura, de barro o tinta
trabajan hasta tarde, casi no duermen en las acostumbradas horas, y por las mañanas siempre sueñan.
No gustan a las corrientes mujeres, los alucinados ojos
que emergen de recientes pesadillas; náufragos los ojos…. Los ojos del poeta.
Pero los poetas reconocen que hay oficios irremediables
que se amontonan detrás de las puertas y dentro de los escaparates
señalándolos día tras día. Oficios terrenales que les muerden la garganta como un vampiro
y no les dan tiempo libre para lo que más les gusta que es:
El no hacer,... O la casi nada.
Porque los oficios del poeta no se pueden contabilizar, por ellos no se paga la más irrisoria suma y con poemas no se puede pagar en las tabernas, en los burdeles, o en los restaurantes más humildes.
Los poetas se tendrían que casar con mujeres de especial sensibilidad
que los dejaran podrirse entre papeles,
libros antiguos, y grimorios con las formulas exactas para seducir a la luna,
esculturas y pinturas con olor a trementina,
mientras ellas broncean sus pieles de iguanas recién restauradas a la orilla de una piscina azul.

Es por esto que, los poetas sin fortuna y sin suerte deberán ser sus propios y solícitos esclavos,
lavar sus modestas ropas,
sus calzoncillos de hilo blanco, preparar sus raciones de faquir en las horas despistadas.
La disciplina draconiana no se hizo para ellos
y la asepsia es cuestión de estética, más que de ética saludable.
La soledad forja livianos y fuertes sus huesos,
los hace altivos, pletóricos de canciones y poemas,
además, en medio de este ascetismo siempre es posible una consignación seminal cada tres meses.
Pero, hay poetas que se pierden en el laberinto de los oficios contables y reales.
No encuentran el camino hacia su guarida de sueños,
pierden los callos de sus manos , suben de peso como señoras otoñales,
y a veces se dan cuenta
demasiado tarde.


DEL LIBRO
“ SOBRE EL JARDIN DE LAS DELICIAS
Y OTROS TEXTOS TERRENALES”

Monday, December 18, 2006

GLAUBER ROCHA


http://www.voltairenet.org/article127670.html

Nacido en Vitória da Conquista (Bahía, 1939) y muerto en Río de Janeiro por exceso de creatividad, el funeral del cineasta Glauber Rocha fue propio de un guión suyo: aquel acto espontáneo y catártico de masas, que el 22 de agosto de 1981 puso a cantar y a bailar, en el céntrico parque Lage, a millares de brasileños poseídos de tristeza y alegría.
9 de septiembre de 2005Herramientas Imprimir EnviarPaíses Brasil

Wednesday, December 13, 2006

ESTADOS ALTERADOS


ESTADOS ALTERADOS

“Vivía solo en el aposento guarnecido de una serie de espejos mágicos.
Ensayaba antes de la entrevista con algún enemigo, una sonrisa falsa.”
El talismán
(Las formas del fuego)
José Antonio Ramos Sucre



“Machos que se quiebran en un corte ritual, la cabeza hundida entre los hombros,
la jeta hinchada de palabras soeces.

Hembras con las ancas nerviosas, un poquitito de espuma en las axilas, y los ojos demasiado aceitados.”
Milonga
(Veinte poemas para ser leídos en el tranvía)
Oliverio Girondo


I

(La Ventana)

El sol suspendido de un hilo de cobre
–orfebrería de luz–.
La ventana sesgada por un gris canicular
enmarca la silla que se mueve al compás de
un mayo
que pareciera abrir la rosa negra de la tierra.

Si se comienza el lunes con un aditivo
vegetal en la neurona
que agita su filamento eléctrico hasta el hueso
se puede aguzar el oído
afinar la piel de la espera.

La cofradía de la mañana sale en búsqueda
de un pan de sangriento trigo.
Dentro del velo Maya se agita la comparsa.
Un grito en la calle de la locura
el hombre que vende un perro, el lotero que rifa un paraíso de números y dígitos
el viandero que sacia el hambre con dos tubérculos grises, –charcutería de asno viejo y salsa de tomate–.
El sol pende en lo alto, ángel de dorada diadema,
no le altera a su girar, ni a su silencio
la algarabía de los ruleteros
ni la risa de la muchacha pálida
que acaricia con alegría a un fantasma con cara de dragón.
Los estados alterados están allí…
Mira la otra acera. Mira el barullo
el caer de la señora digna en su traje negro
el policía más tranquilo que inquieto, aprueba la jugada maestra de los maleantes de la tarde, sus quehaceres, sus entuertos.
Esta locura, que el sol contempla sin tambalearse.
sin moverse, con la rosa amarga del fuego apretada en la boca.

Suspendido sobre la ventana,
fijo el hombre a su silla.
barba rala, mirada seca.
Quinto piso sobre el boulevard del verano, mientras abajo
por la calle principal
asciende
la Carreta del Heno.



II

(La Barra)

Vino la mujer a ver la obra del pintor, se encontró que no hacia juego con los muebles de su sala.
Demasiado oscura
un poco rara y esa mujer que grita
y ese color negro al fondo, de donde brota una criatura alada, (nigromante enano).
Cerveza helada que rueda en abundancia.
La cadera de una poetisa rolliza se cimbrea mientras departe con un amargo sibarita
que con sus ojos rojos, puestos al fondo de la música, fuma sin tiempo, sin medida, del cigarrillo.
Los partisanos de la bohemia
gastan sus denario rotos
y el gato del diablo se pasea por las calles
haciéndose perseguir de los perros bajo la luna cómplice.
Las damas que han salido de una reciente alquimia de afeites y polvos vienen a reunirse a la barra
sacan ventaja oportuna de la necesidad de sexo.
Algún desesperado suicida
aplazará su ultima hora, por el orgasmo jadeante del animal urbano.
Brilla la música de los maestros, y, los escritores de poco oficio harán gala de sus dotes frente a jóvenes novicias,
magos ilustrados que intentan sacar la piedra de la locura
esgrimiendo algunos textos, ciertos jeroglíficos llameantes…

¿Pero que hacer?
Es este, el único teatro,
en donde no se exigen papeles de memoria
sólo: sangre, sudor, sexo y alcohol
y alcohol...
y alcohol...
¡Hasta los limites de la amnesia, en el extraño lago del silencio!

III

(Alcoba de Hotel)

La dama posa su abrigo sobre la mesa de noche.
No era tan joven como pensó al principio.
El hombre fuma un tabaco
–planta de nervadura rizada–
cerca de la lámpara amarilla.
Bebe una botella de anís seco.
En su pupila se refleja un espejo ordinario
que le devuelve una figura distorsionada y líquida en el bordado rojo de la alfombra.
Ella muestra ahora su piel blanca, triste
y su pecho por donde rodaron sueños de pasión.
La luna adosada al dintel, arde; papel de plata, donde se quema la heroína.
Mira sin mirar, dejando que la gasa de una nube negra
le limpie las pestañas.
La flor que debe perecer cada noche, para que el extranjero pueda regresar más desnudo a su verdad incierta…
La flor que debe estallar con su vestido de neón
atomizada en lluvia helada
bajo el alero de un hostal.
El alcohol hierve sobre la piel, adentro la sangre quema...

Y ya, entrelazados,
en el rictus de un agonizar en rojo y amarillo
la pareja se estremece
confundiendo los fluidos de la soledad.
En la radio, un hombre del jazz
suelta una melodía que sirve de frazada a la madrugada.
La mancillada cuidad trata de dormir
dentro de los pasadizos de la noche en llamas.
Ocasionales amantes
flotan sobre la profundidad de un rió que huye hacia la nada.

Se mirarán en el espejo...
No
recordarán sus caras.

Del Libro:
“GRIMORIO DE LAS MUSAS”
OM/GARRATZ









Monday, December 11, 2006

INFORMACION ALTERNATIVA


Red de informacion alternativa internacional, vinculos a multiples páginas y sitios de prensa latinoamericanos y europeos.

http://www.voltairenet.org/es

Tuesday, December 05, 2006

ESTADÍSTICAS SOBRE BOGOTÁ


Algunos datos sobre nuestra capital, que no figuran en las estadísticas oficiales, en donde lo unico que parece ser importante, es la cantidad de oficiales guardianes del tinglado en donde se refocilan los cerdos.

http://www.anncol.org/es/site/doc.php?id=2213