Saturday, May 13, 2006


DISTRITO 22

(El coraje viene del estomago, todo lo demás es desesperación.)
Charles Bukowski

El hombre salió de su apartamento y al caminar unas cuantas manzanas, se dio cuenta que ya habían colocado las vallas. –“Se han demorado muy poco”– pensó y vio como los destellos luminosos de los grandes anuncios lanzaban sus eslóganes y consignas acompañados de dibujos animados. El había salido a comprar cigarrillos y un poco de licor para aliviar el asma y esa comezón abajo del estomago. Tenía la cara pálida de un poeta constipado, bajo una luna roja que parecía hervir con volcanes de mercurio. Se pasó la mano por los ojos y vio que los pocos transeúntes que cruzaban no se percataban de las grandes vallas luminosas con letreros de neón y dibujos animados, diseñados en programas de tercera dimensión, que habían inundado el distrito de la noche a la mañana. –“ Hace mucho tiempo que no salgo. Para todos los demás parecen ya parte del paisaje”– . Vio de nuevo los gigantescos avisos luminosos, de colores vivos, bites veloces, mallas sofisticadas, y renderes de nueva generación – Pensó, que ya todos tendrían, lo que habían pedido clamorosamente en las últimas elecciones municipales, y entro al supermarket. Arrojó tres botellas de vodka, dos de vino y una de whisky barato dentro de la cesta roja. Hizo la fila detrás de una polaca, que discutía con su hija pequeña; ella, sucia y gorda como una morsa de zoológico y la chiquilla reluciente, vistiendo ropas nuevas. La polaca se acicaló la cabellera rubia y el hombre vio la marca en la muñeca. Una marca iridiscente con el sello del distrito. –“La maldita marca”– el no había ido a la oficina de censo para el láser. No había tenido tiempo, siempre amanecía borracho o cansado de escribir por las noches.

Pagó con una moneda de cristal ambarino y selló la transacción con su dedo sobre una pantalla sucia de identificación dactilar. La cajera, una mujer gruesa de cara abotagada por el consumo de carne de cerdos transgeni-clónicos le dijo con un sonrisa:
–Hey Peter, ya te diste cuenta lo de las vallas,.. ya colocaron vallas en nuestro distrito –. Él respondió con una sonrisa seca, dejando ver las encías incoloras, debajo de las que se arracimaban una docena de dientes amarillos.

–¿Cómo va lo de tu nuevo libro? – Le preguntó de nuevo la mujer, buscando quizás la reacción amable de tiempos pasados, en donde ella fue la que mostró poco interés y un poco de grosería.
–Ya casi lo termino, muy pronto espero verlo editado, te traeré un ejemplar apenas pueda.
–¿También los podremos ver en ciberboock?
–No, de esa forma son muy costosos prefiero los antiguos, de papel reciclado..., creo que son baratos y no consumen baterías –. Le dijo sin dejar de mirar hacia la calle, necesitaba un trago de vodka, necesitaba un poco de aire, pero afuera estaban ya las jodidas vallas, que se estaban extendiendo por toda la ciudad. Ella le devolvió un tiquete al tiempo que le regalaba una sonrisa de babuina enternecida.

Salió y de su bolsa de hule negro sacó la botella de vodka y se dio un buen trago, un profundo lingotazo que le desencalambró; se paso la mano por la barbilla en donde una barba acerada y cruel le ensombrecía el rostro. “Habría que meterle mano a esa hembra –pensó– debe tener un buen par de tetas blancas, delicadas al tacto y generosas, con el cuello rosado y perfumado, si... –pensó mientras se daba otro buche tratando de quemar la sed– un buen par de tetas alemanas para una noche de estas”. Siguió caminado hacia el parque del distrito cercano y reconoció que siempre se amilanaba y perdía el envite. –“Ah con las mujeres, ahora era ella la que se mostraba simpática, mira como va la cosa”– Cuando estaba frente a ella perdía los arrestos y no la invitaba a comer una chuleta con papas y una botella de vino, no, siempre perdía los papeles, o era que siempre llegaba pensando en el maldito licor. El licor que le estaba calcinando las neuronas.

Caminó otras tres cuadras hacia el parque del centro del distrito 22. En el camino vio a la señora Mac Lukhan quien se apartó del camino con su perrita “Shalic”, french poodle blanca corte de pelo tipo Versalles. Las tiendas comenzaban a cerrar y el ya estaba cruzando la calle circular que señalaba el fin de su distrito. En el parque del otro barrio, justo en el limite del distrito, había una banda de muchachos que estaban consumiendo pretivitaminas, tenían un artilugio que se colocaban en el oído, y por allí se metían unas dos o tres gotas del estimulante psicodélico, manipulaban una grabadora en donde colocaban disquetes de una música inaudible, para los que no tuvieran sus kripsonics pegados con un par de nodos en las sienes.
–“Robot/punks” de mierda –. Escupió y encendió un cigarrillo “Camel” de filtro de carbón. Entonces se zampó otros dos tragos de vodka, el mundo se empezó a componer, de alguna manera se le agudizó la vista y entonces vio de nuevo la gran valla luminosa al fondo del parque, con los ojos de muñequito animado que le señalaba con un dedo y luego se reía, saltaba y se reía dentro de las coordenadas de la gran valla.
Luego entendió las letras y la consigna.
–Hay unos señores que no encajan dentro de las coordenadas –, pensó Peter. “¿Eres tu de mi distrito?”. Era la pregunta que aparecía en grandes caracteres luminosos que se encendían y se apagaban con regularidad, y luego aparecía otra pregunta “¿Tienes el sello de mi distrito?” Era esa la maldita señal y entonces sintió algo incomodo detrás de la oreja, como un hilillo de sudor que le bajaba produciéndole un dolor de riachuelo lento y frió. Se reacomodó dentro de la silla del parque. “No debía estar aquí, fuera de mi distrito sin el jodido sello, pero que mierda, siempre me ha gustado este parque....hacía meses que no venía a tomar una bocanada de aire fresco”

Los muchachos comenzaron a armar un poco de alboroto, uno de ellos tenía un moto Bik/Rotal y hacia algunos malabares sobre las sillas del parque, incluso se atrevió a dar un par de volteretas mortales en el aire, justo debajo de uno de los árboles plásticos que estaban cerca del banco y entonces aterrizó a unos pocos metro de él y le vio; vio su cara de alcohólico y vio su mirada delirante helada por el vodka y la sonrisa de imposible forma, rayada en el brillo del etil, un poco ladeada sobre la cara. Regreso con los otros. Andar lento de guerrero joven. Les dijo algo.

Uno de ellos le grito: “¡Borracho fuera de aquí!...”
“¡Tu no eres de nuestro Distrito, apestas borracho miserable!. ¡Lárgate!.”

Peter Klousovsky decidió esperar. En sus años mozos había estado en los cuerpos de la legión extranjera y había luchado por el imperio en dos guerras, tenía tres medallas de citronio que se oxidaban en algún lugar de la casa; esas tres medallas correspondían a tres cicatrices de guerrero viejo. El más grande de los cachorros juveniles se acercó, seguido de media docena de muchachos,
–Oye viejo estúpido... ¿No escuchas?, ¿eres sordo?, que te largues de aquí, tu no eres de nuestro distrito. A ver muestrame el sello, no tienes el maldito sello, no tienes el sello luminoso en tu muñeca –. Peter Klousovsky le vio de arriba abajo, era en verdad un mozalbete grande y estaba vestido dentro de una onda fabril, con gruesa bota negra y lucía con ganas de bronca. La cresta roja de iroquez imberbe brillaba con la luna.
–¡Es verdad, no tengo el sello en mi muñeca...., y no tengo ningún jodido sello en ninguna parte del culo!...– Se zampó otro trago grande que le lleno los riñones de un liquido caliente y se le evaporo en los pulmones, llenándolos con la fuerza de un pistón-máquina; la metrópolis se concentró en una sístole lenta y pesada. Siguió sentado a la espera.

Entonces, todo sucedió muy rápido, le tiraron de un manotazo su bolsa de hule negro al suelo y las botellas se quebraron. Le cayeron encima con con manoplas y brazaletes de púas. Se defendió como pudo y repartió puñetazos y patadas hasta que calló al suelo, pero aun en el suelo tenía las manos apretadas sobre el cuello de uno de ellos, al que había puesto de rodillas y apretó con una llave de judo hasta que la traquea del muchacho colapsó y sonó como una rama de árbol muerto. Este sonido le lleno de un delirio especial y comenzó a rugir como un león y surgir como de un lodazal, a incorporarse lentamente pero seguro, poniendo mucha atención a sus pantorrillas y correosas piernas, inundado de repente de una fuerza martillada en la batalla, recibiendo todo tipo de golpes sobre sus costillas y sobre su físico pero sin sentirlos ya; comenzó a romper huesos y romper caras, con movimientos rápidos que se desataban de una briosa capacidad física. A uno que estaba detrás agarrándolo por el cuello, se lo sacó con un giro violento por encima de la nuca y lo estrelló contra el cemento del parque. Cuando logró ver de nuevo la luz de la luna, grotesca y oscilante, estaba empapado en sangre. A su pies uno de aquellos mozalbetes con el cuello roto trataba de alcanzar aire, los otros chillaban y reptaban en retirada, uno más se alejaba renqueando con el tobillo desencajado. Klousovsky miro en la mochila. Solo crislates rotos y un cóctel cenagoso, ya no podría conseguir nada hasta mañana; y como huir si la ciudad a esta hora cerraba sus murallas. Se limpió con el dorso roto de la mano, la sangre de los ojos. Entonces echo a caminar a hacia su dormitorio cubosfera, mientras las vallas grandes luminosas, hipnóticas en sus pantallas de cristal liquido señalaban y gritaban en silencio la consigna del Consejo Superior: “Hay extraños que no tienen el sello de nuestro distrito. Denúncielos.” y el muñequito verde señalaba con el dedo electro-magnético danzaba y se reía. “Cuidemos de nuestro Distrito 22. Año de 2.020 de la Era Nueva”.

O. G. R.

4 Comments:

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